Tradicionalmente se ha distinguido entre "actos del hombre" y "actos humanos"; estos son los que llevamos a cabo con total advertencia y pleno consentimiento, persiguiendo un fin, mientras que aquellos carecen de alguno de estos requisitos. Soñar es un acto del hombre, mientras que ayudar a un amigo...es un acto humano.
LOS ACTOS HUMANOS TIENEN VALOR MORAL.
"La moralidad de los actos humanos depende de tres fuentes: del objeto elegido, es decir, un bien real o aparente; de la intención del sujeto que actua, es decir, del fin por el que lleva a cabo su acción; y de las circunstancias de la acción, incluidas las consecuencias de la misma" (Compendio del Catecismo , punto 367).
Hay actos intrinsecamente malos, como el homicidio, que no pueden "hacer buenos" una buena intención...o unas circunstancias determinadas.
Hoy quiero prestar atención al fin que se persigue, o lo que es lo mismo, a la intención que nos mueve a actuar. Una intención torcida puede hacer perder valor moral a una obra buena en si...como el que da limosna sólo para que le vean, para quedar bien.
Pero ¿tenemos claras nuestras intenciones?. No pensemos que siempre es fácil saber para qué hacemos u omitimos algo.
El fin último de todo ser humano es dar gloria a su Creador, y tiene como premio la comunión con Él; la felicidad que acompaña a esta unión suele tener un anticipo en la vida temporal...pero no puede decirse que el fin del hombre sea alcanzar la felicidad en el tiempo.
El "fin subjetivo" frecuentemente no coincide con el objetivo: podemos buscar el bienestar, el éxito personal o la seguridad temporal...ignorando el deber de tratar, servir y honrar a Dios.
Con frecuencia nuestra intención "nace torcida", y en un intento de autojustificación podemos llegar a convencernos de que estamos actuando bien.
Sólo entonces estamos en condiciones de enderezar la intención, hacerla recta, buscando en todo lo que hacemos...agradar a Dios, para no engañarnos y vivir convencidos de estar realizando una tarea encomiable, cuando quizá estemos "cosiendo con una aguja sin hilo".
Esa valentía debe seguirse de un reconocimiento dolido de esos momentos en que hemos ignorado o despreciado a Quien tanto nos ama.
ESE SANEAMIENTO DE LA INTENCIÓN TIENE LA VIRTUD DE HACER BUENA UNA ACCIÓN QUE -EN SU VERSIÓN ORIGINAL- NO LO FUÉ.
Es, sin duda, un gesto de misericordia de Dios, posible en cuanto que Él -que tiene Vida eterna- es dueño del tiempo, pudiendo actuar sobre el pasado y sobre el futuro.
Rectificando la intención podemos lograr que aquél costoso trabajo de costura que creíamos terminado...pero que fué "cosido" sin hilo...se recomponga y aparezca como una obra acabada.