Bienvenidos a mi blog

La razón de incluir este blog en una web de formación como es identidadymision.com es crear una ocasión continuada de expresar ideas, y de compartir experiencias, que como ser humano, como amigo, como padre, y -en todo caso- como cristiano, he adquirido y acumulado a lo largo de una vida que empieza a ser... dilatada en el tiempo.

¡Ojalá, pueda lograr ese objetivo!

INDICE TEMÁTICO DEL BLOG, CON ENLACES A LAS ENTRADAS, Y ORIENTACIÓN SOBRE SU CONTENIDO...


sábado, 17 de septiembre de 2011

AMAR...A LO DIVINO

 Dios es AMOR, en el seno de su Trinidad las personas del Padre y del Hijo se entregan mútuamente de tal modo que nada retiene el Padre al darse, y nada retiene el Hijo al corresponder a la entrega del Padre: de este modo se hacen UNO, unidos por el Amor personal que es el Espíritu Santo.


El ser humano fué diseñado por Dios como una "réplica contingente" suya, a su imagen y semejanza, en una efusión Trinitaria de Amor; fué pensado y creado para compartir el gozo incontenible de su Creador.


Pero la vida le fué dada como "tarea", prueba necesaria para alcanzar la felicidad en la visión eterna de Dios; y esa tarea es -no podría ser de otro modo- amar, amar "al estilo de Dios", de Aquel de quien es imagen.


Del mismo modo en que un deportista modela su cuerpo repitiendo ejercicios físicos, que dejan en él un efecto inmanente, que dejan huella en su cuerpo, el ser humano "se edifica a sí mismo" amando, sirviendo a quienes estan al alcance de sus cuidados.


Es necesario aclarar qué debemos entender por "amor", pues el ambiente de nuestros días impone un concepto de amor que lo desvirtua, ofreciendo en su lugar un concepto falsificado, centrado en el cortejo de emociones que se experimentan en la relación amorosa.


Amar es "hacerse el amado", darse a él de tal modo que nos pongamos a su servicio, al servicio de lo que conviene a su realización plena, a su verdadera felicidad, ofreciéndole  nuestro tiempo, nuestra capacidad intelectual, la experiencia acumulada, en una palabra: nuestra vida...con olvido de sí.


Y si lo propio del hombre es amar, en una relación de mútua entrega con su Creador y Dueño, pues forma parte de su esencia, su "donación" se lleva a cabo de diferentes modos: en la disponibilidad de la    vida de familia, en la amistad, en la preparación para la vida (en  el estudio y en la formación profesional), en el trabajo realizado a conciencia, en las relaciones sociales....y de modo más pleno en la entrega personal , tanto en el matrimonio como en el celibato; en los casos anteriores ponemos al  servicio de otros nuestro tiempo  y nuestros talentos, pero  esa entrega no afecta a toda la persona, que se hace presente y visible en el cuerpo.


Esa donación total e incondicional, que tiene lugar en el matrimonio, supone un "salto en la realización", pues nos asemeja de un modo nuevo, y mas adecuado, a Dios como comunidad de Personas en su Unidad.


No existe otro modo de alcanzar la meta a la que hemos sido convocados en el acto  creador, ( hacernos uno con Dios incorporados a Cristo), que  entregarnos sin reservas; y no podríamos darnos si no fuésemos dueños de nosotros mismos
Por eso, la preparación para el amor, para la entrega personal, es un "trabajo" sobre nosotros mismos, orientado a conseguir la integridad, el autodominio, y a conocer lo que conviene a quienes queremos servir.


Este planteamiento resulta atractivo, sin duda, pero en la actual situación del hombre, sometido al imperio de la concupiscencia, se presenta como utópico...si nos proponemos conseguirlo con nuestras solas fuerzas.


La integridad y la libertad requerida para dar un sí definitivo, no son posibles sin la presencia operativa del Espiritu Santo en el alma: Él nos "recompone"( nos hace íntegros)-si le dejamos actuar- y nos aporta el Amor con el que podemos hacer efectiva la donación personal, el mismo Amor con el que Dios nos ama.


Podemos afirmar que Dios, al asumir nuestra vida como propia, lo pone todo de su parte para que podamos "amar a lo divino", y así ser acogidos -como hijos adoptivos- en el seno de su Santísima Trinidad.


Esto significa que la llamada a la  santidad, a la perfección humana, es para todos, no hay  alternativa:  o aceptamos el  Don de Dios, renunciando a la  esclavitud de nuestros deseos, o nos veremos abocados a una eternidad fuera de Dios, a una oscuridad tenebrosa.