Bienvenidos a mi blog

La razón de incluir este blog en una web de formación como es identidadymision.com es crear una ocasión continuada de expresar ideas, y de compartir experiencias, que como ser humano, como amigo, como padre, y -en todo caso- como cristiano, he adquirido y acumulado a lo largo de una vida que empieza a ser... dilatada en el tiempo.

¡Ojalá, pueda lograr ese objetivo!

INDICE TEMÁTICO DEL BLOG, CON ENLACES A LAS ENTRADAS, Y ORIENTACIÓN SOBRE SU CONTENIDO...


viernes, 13 de abril de 2012

EL “OJO VAGO” DE LA FE


Bien es sabido que cuando en un niño predomina la visión por uno de los ojos, el otro corre el peligro de quedar “anulado”; no es que esté enfermo sino que deja de funcionar, no se ve por él… es despreciada la imagen que ofrece.

Cuando esto ocurre, el tratamiento está claro: es preciso tapar el ojo que “se ha impuesto” sobre el otro, para que el que había dejado de trabajar recupere protagonismo. Y así sucede, al ser usado de nuevo ese ojo recupera su función normal.

Algo semejante pasa con la Fe.

Para muchos, tener fe es aceptar algunas "verdades", que a menudo no  se imponen al entendimiento.

Y son, precisamente las personas que pretenden ser más coherentes, las que no quieren traicionar su razón, las que acaban por abandonar sus “creencias”,   por considerarlas propias de niños o de gente crédula.

 El problema es que no han entendido bien lo que es la Fe.

No se creen esas verdades  por su propio brillo, sino por la credibilidad de Quien nos las dice: entonces las aceptamos; incluso cuando ,  superan   nuestra capacidad de comprensión.

Esa es la clave para abordar los problemas de Fe. 
 

Tener fe es como tener ojos en el alma; unos ojos que nos permiten contemplar la realidad “como la ve Dios”; de algún modo es mirar a través de los ojos de Dios.

¿Pero acaso eso no es una utopía?,¡ pienso que no lo es!
Trataré de explicarlo.

Lo que muchos no saben es que con el  Bautismo se nos injerta en un “sujeto multipersonal” muy singular, entramos a formar parte, como miembros vivos, del Cuerpo de Jesucristo. Y en ese Cuerpo somos revitalizados por su Espíritu, que no es otro que el Espíritu santo.
Dicho de otro modo, se ha producido un “salto ontológico",  pasamos  a ser hijos adoptivos de Dios, nuevas criaturas, de algun modo "nos divinizamos". 
Participamos de la relación eterna por la que Dios Padre engendra al Hijo; se nos “inocula” -por decirlo de algún modo- un genoma divino, que al desplegarse nos transforma en el mismo Jesucristo; bien podemos decir que “en potencia”… ya somos Cristo.

Estamos hablando de participar de la misma naturaleza de Dios, y la naturaleza no es otra cosa que la esencia como principio de operaciones.
Quiere esto decir que “hacemos nuestras” las Potencias de Dios: su Capacidad de entender y su Capacidad de amar; en esto consisten la Fe y la Caridad: podemos “ver lo que ve Él”… y amar con su mismo Corazón.

Pero también podemos dejar de usar “esa facultad”, anularla, como anula un niño el ojo que no usa, y conformarnos con la perspectiva que nos ofrece nuestra  visión humana, tantas veces condicionada por una voluntad enfermiza; podemos incluso abdicar de la razón y limitarnos a valorar como cierto sólo aquello que podamos percibir por los sentidos.

En palabras sencillas, el que está convencido de haber perdido la Fe, debería más bien pensar… que ha dejado de usarla.
La Fe no se pierde así como así, como no se pierde un ojo si no es por una grave enfermedad o una grave lesión.

La solución para esta “falta de Fe” está en  anteponerla a la visión humana,  de modo  que los ojos del alma tomen la iniciativa,  y así    “vivamos de Fe”, el lo que suele llamarse la "obediencia de la Fe".

Claro está, si no somos coherentes con esa “perspectiva privilegiada”… acabaremos por perder la Fe.

 El problema de quienes creen haber perdido la Fe, es por tanto un problema de tipo moral; han elegido, conscientemente, como punto de referencia para sus vidas, la razón, y todo lo pasan por ese filtro: lo que ven razonable, lo aceptan como verdad, lo que consideran incomprensible… lo desechan.

De este modo, muchos de los que viven convencidos de “tener fe”… no la tienen "activada", porque el motivo de su asentimiento no es la credibilidad de Quien les propone la verdad, sino su juicio personal.

¿A quién creer?, ¿por qué creer?, ¿qué creer?
A esas cuestiones responderemos en una próxima entrada




   



jueves, 12 de abril de 2012

¿ SE PUEDE ROBAR EL AMOR?




El tema del amor, divino y humano, es una constante en este Blog, sencillamente porque es el centro de gravedad de mi vida.
No podría ser de otro modo, si tenemos en cuenta que es un elemento constitutivo de nuestra esencia.
Siempre se nos ha dicho que el ser humano es un "animal racional”, subrayando la inteligencia como rasgo distintivo respecto a los demás criaturas.
 Sin embargo me veo en la necesidad de corregir esa “definición” del hombre.
Si somos una “réplica contingente” de Dios, y Dios es amor, también lo nuestro debe ser amar.
Fuimos creados por amor y para amar, esa es la tarea que nos realiza.
La razón es requisito para el amor, pues nisi volitur nisi cognovitur (sólo amamos lo que conocemos),dicho de otro modo: está ordenada a él.
Hace unos días incluimos una idea en Twitter que puede centrar nuestra reflexión de hoy.
“No trates de hacer a Dios “esclavo” de tus intereses egoístas”, apropiarte de Él, en lugar de entregarte a Él. Dios se da… pero no se deja robar”
Ese comentario, que en principio se refería a nuestro trato con Dios, bien puede ser aplicado al amor humano: si a Dios se le conquista entregándose a Él, ¿cómo deberíamos conquistar el amor humano? ¿Asediando … o respetando?
En el amor, como en las monedas, se distinguen dos caras: el “eros” y el “ágape”.
El eros es la respuesta que despierta en nosotros alguien a quien consideramos “conveniente”. Se trata de un deseo de posesión, porque esa persona se nos presenta como una “promesa de felicidad”, la vemos como un objeto deseable.
Pero el amor que conviene a la dignidad del ser humano es el amor de donación, no de “apropiación”; ese amor subordina el bienestar propio al bien del amado.
Quien así ama sale de sí mismo y -de algún modo- “se hace el otro”, asumiendo como propias sus necesidades, sus problemas y sus aspiraciones, en una palabra, su vida.
Quien entiende que enamorar a otro se logra mediante un plan de caza y captura, no ha entendido lo que es el amor, porque ese empeño por conquistar parece amor… pero es egoísmo.
Para enamorar a alguien el camino es muy distinto.
No es infrecuente que quien confunde el amor con la posesión, trate de adueñarse del otro recurriendo a cualquier recurso, lícito o no; si no es capaz de despertar en el otro la “necesidad de darse”, se presenta ante él como indigente, tratando de inquietar su conciencia, si no lo acoge, si lo desprecia, hasta hacerle “responsable” de su fracaso vital. ¿No es un verdadero chantaje emocional? Sin duda esa es una actitud mezquina, pues presentándose como víctima pretende -con engaño- condicionar la libertad del otro.
En el fondo no ama, porque no busca el bien del amado sino la satisfacción personal.
Quien se ha hecho esclavo de sus deseos está incapacitado para amar, porque si amar es dar y darse, y nadie da lo que no tiene…
¿Cómo podría entregarse, sin ser dueño de sí?
Esa falsificación del amor no solo no es edificante, sino que es destructiva, pervierte el amor.
Y es que no debemos confundir la “tormenta de sentimientos” que acompañan al amor… con el amor mismo.
El amor de 24 kilates, es aquel que sabe sufrir para hacer feliz al otro.
Si quieres valorar la calidad de tu amor pregúntate: ¿trato de hacer feliz a quien “amo”, o estoy persiguiendo mi propia felicidad?

domingo, 8 de abril de 2012

¿Y TÚ, QUÉ VIDA ELIGES?

En la Vigilia Pascual se nos ofrece un signo inconfundible de lo que supone "ser cristiano"; me refiero al momento en el que todos los asistentes van  encendiendo sus velas del fuego procedente del Cirio Pascual, que representa al mismo Cristo. Esa llama hace visible la vida eterna.


Decía Juan Pablo II que la santidad es un alto grado de vida cristiana; y es que la vitalidad sobrenatural admite grados: se puede estar vivo o muerto, y se puede tener "mucha Vida...o poca Vida" (hago referencia a palabras del mismo Jesús: "He venido para que tengan Vida, y la tengan en abundancia"(Jn 10,10), )


El espíritu es el que "da vida", el espíritu humano..vida temporal, y el Espíriru Divino Vida eterna.


Deberíamos preguntarnos, ¿a qué espíritu obedezco yo?, ¿quién me mueve?, ¿cuáles son mis intenciones más ocultas?. Porque no nos engañemos, los humanos somos "dependientes", y cuando no aceptamos depender de Dios...caemos en las manos del Príncipe de este mundo, que nos manipula...como marionetas, moviendo los hilos que le ofrecen nuestra sensualidad y nuestra soberbia, aunque nos haga creer que nos movemos con entera libertad.


Esta es la clave para discernir "el tipo de vida" que hemos elegido, la que inspira nuestros pensamientos, enciende nuestros afectos, e incoa nuestras obras: ¿nos dejamos mover por el Espíritu Santo...o son nuestros deseos, a menudo desordenados, los que determinan nuestra conducta?


Al incorporarnos a Cristo, como miembros de su Cuerpo, en el Bautismo, aceptamos que sea Su Espíritu el que nos de Vida, dejando atrás la vida pasada.


Pero volvamos al ejemplo de las velas; la llama se mantiene cuando eleva la temperatura de la cera...hasta consumirla, dicho de otro modo: no puede continuar ardiendo si no es a costa de renunciar a "seguir siendo vela". Estamos obligados a elegir, porque no cabe que progrese la Vida interior si no disminuye nuestra condición de personas "de mundo".


¿Preferimos ser "nosotros mismos", y dejarnos llevar a la deriva de nuestros criterios y deseos?, ¿o tal vez hemos entendido que vale la pena aceptar la Oferta de Dios, aunque nos exija ponernos a su disposición, en un holocausto de nuestra inteligencia y de nuestra voluntad, dejando que "gestione" nuestro tiempo, que en realidad es suyo.


Tengámoslo claro, Dios no anula nuesta personalidad irrepetible cuando le obedecemos, más bien sucede lo contrario: sólo cuando nos dejamos llevar por el Espíritu Santo hacemos aquello que nos conviene, lo que nos realiza, lo que nos permite llegar a ser..."nosotros mismos", desplegando nuestro mejor yo.


Quizá no hemos acabado de valorar la grandeza y el riesgo de nuestra libertad, esa cualidad de la voluntad que refleja nuestra semejanza con Dios; y es que Quien nos creó dejó en nuestras manos nuestro propio destino. No hay alternativa, todos estamos obligados a elegir, ¿te conformas con desfrutar de esta vida frágil y fugaz, que se nos escapa como el agua entre las manos, o te atreves a invertirla en compartir la Vida de Dios?, ¿quieres hacer tuya la Vida eterna del Resucitado, su Felicidad y su Paz?.


Tenlo en cuenta, todo lo que vale cuesta, y lo que mucho vale...mucho cuesta.
Tienes tu "sitio" en el seno de la Familia Divina, como un hijo en el Hijo, ¿de verdad prefieres  renunciar a él?, y ¿a cambio de qué?.