Bienvenidos a mi blog

La razón de incluir este blog en una web de formación como es identidadymision.com es crear una ocasión continuada de expresar ideas, y de compartir experiencias, que como ser humano, como amigo, como padre, y -en todo caso- como cristiano, he adquirido y acumulado a lo largo de una vida que empieza a ser... dilatada en el tiempo.

¡Ojalá, pueda lograr ese objetivo!

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jueves, 10 de mayo de 2012

ELOGIO DE LA ELEGANCIA

Hoy parece que no está de moda "ser elegante"; en nuestra sociedad se ha impuesto un estilo de vida que raya cuando menos en la vulgaridad...cuando no en la zafiedad; se confunde la autenticidad con la espontaneidad, y se presentan como modelos a imitar comportamientos que no son nada edificantes.


En estas líneas quisiera tratar de definir y describir lo que es la elegancia, subrayando la necesidad de cultivarla, tratando de mejorar en el cortejo de virtudes que la hacen atractiva.


No es fácil definir la elegancia, por la variedad y riqueza de los elementos que la configuran...,y por el halo de misterio en que está envuelta.


Antes que nada habría que dejar claro que la elegancia es un "modo de ser", más que una apariencia exterior, o una manera de actuar.


El término elegancia proviene del latín: eligere, y hace referencia a uso que podemos hacer de nuestra voluntad libre: el que es elegante sabe lo que quiere, tiene claro lo que le conviene, y trata de elegir siempre lo mejor.


Es en esa sucesión de elecciones libres donde nos vamos "construyendo" a nosotros mismos, configurando nuestra personalidad; es por ésto por lo que  la elegancia  tiene una indudable connotación moral.


La verdadera elegancia aflora "desde dentro del sujeto, y se manifiesta  como un "aroma" que lo distingue, dándole un sello muy personal,  haciendo patente  su coherencia y su armonía.


¿En qué pilares se asienta la elegancia?


En síntesis podríamos decir que está basada en una buena educación, en una cultura adecuada a las circunstancias personales...y en una cierta delicadeza de espíritu.
Por todo esto podríamos decir que la elegancia no se improvisa, no puede considerarse propiamente como un "don natural", sino como una "conquista", fruto del esfuerzo continuado por consolidar aquellas virtudes, intelectuales y morales, que son propias de un ser humano íntegro.


¿De qué modos suele manifestarse la elegancia?


Quien es elegante lo demuestra en su manera de hablar, pues sabe administrar sus silencios y sus palabras, al tiempo que destaca por su capacidad de escuchar. Utiliza un vocabulario rico y preciso, evitando en todo caso recurrir a palabras malsonantes, que dañan y empobrecen el idioma.
Sabe elegir temas de conversación en los que no se corra el riesgo de herir a los demás, y emplea un tono de voz que deja patente el respeto que le merece su interlocutor.


La elegancia se transparenta en el mismo lenguaje corporal, que hace visible a la persona, y se expresa en diversos gestos, especialmente en el  rostro.


Una  persona elegante cultiva el gusto estético, asume unos valores éticos, sin renunciar al espíritu crítico  que deja claro su personal enfoque  de la realidad; y lo hace haciendo gala de una delicadeza en el trato, que le lleva a elegir sus palabras y sus gestos, buscando -por encima de todo- lo que conviene a los demás.


Y si el  modo de pensar distingue a las personas elegantes, son los afectos -más aún que las ideas- los que mejor hablan  de nuestra personalidad,  pues "el hombre se identifica con aquello que ama".


Estamos describiendo los rasgos que hacen inconfundibles a la gente elegante, y entre ellos no podria faltar la sonrisa, expresión inconfundible de felicidad, que se ofrece como el mejor regalo para quienes nos tratan;  sonreir equivale a enviar un nítido mensaje:  ¡eres muy valioso para mí, y por eso me encuentro muy agusto contigo!.
Por eso no existe un recurso para elevar la autoestima que supere a la sonrisa.


Al hablar de elegancia resulta obligada una referencia al modo de vestir, que "materializa" gustos estéticos y valores éticos, dejando ver la conciencia que se tiene de la propia dignidad personal; quien es consciente de esta dignidad, trata de subrayar, con la ropa que elige, el encanto de su persona, evitado la falta de pudor, que rebaja su cuerpo utilizándolo como objeto, no raramente... como moneda de cambio; porque -no lo olvidemos- "el cuerpo es la persona".
 Quiero decir con ésto que la elegancia está reñida con la provocación.


El mismo perfume, o colonia, habitualmente usados, puede llegar a ser un elemento de identificación personal.




¿Y qué decir de la cortesía, como rasgo distintivo de la elegancia?. Aunque parece una palabra desusada, no por eso debe ser ignorada. La cortesía se traduce en la atención, el respeto y el afecto con que nos relacionamos con los demás, y lleva a un atractivo "saber estar".


Por último no quiero dejar de mencionar un rasgo que no debe faltar en una persona elegante, la gratitud.
El que es agracecido demuestra su humildad, pues sabiéndose necesitado, dependiente, agradece todos los servicios que se le hacen...como inmerecidos; esa actitud hace irresistíblemente atractivo al que es agradecido, contribuyendo, como un elemento esencial, a la aureola de su elegancia.


¿Te has preguntado por qué resulta tan atractiva  una persona elegante?
Tengo una explicación que espero que te convenza: ese "aroma"que exala la elegancia tiene mucho que ver con el bonus odor Christi (el buen olor de Cristo), ese resplandor divino que tanto arrastraba en la figura humana de Jesús de Nazaret; ese aroma nos permite percibir, de algún modo, la belleza y el atractivo...del mismo Dios.

Nuestro mundo de hoy está necesitado de comportamientos elegantes, de personas con valores humanos, intachables, que hagan atractiva la virtud.