Hoy, que por desgracia vivimos la triple catástrofe que sufre Japón, un terrible terremoto, un tsunami devastador y una amenazante fuga radioactiva, podemos entender -por analogía- el significado que debemos dar al término "emergencia": dramática situación en la que se impone la necesidad de rescatar, contra reloj, a muchos millones de personas, que yacen sepultados bajo los escombros de una civilización basada en el egoismo, en el desprecio de la dignidad humana, y en la cultura de la muerte.
¿Por qué no se propaga hoy el incendio del Amor de Dios, como cabría esperar, como ocurrió en el ambiente pagano de la primitiva cristiandad?
Pienso que la explicación está en la escasa credibilidad de gran parte de los "cristianos" de hoy: está en crisis nuestra condición de testigos del Resucitado....,¿ si no ardemos con el Fuego del Espíritu Santo...cómo podríamos propagar el incendio ?
Si se nos ve condicionados por lo material, sometidos al imperio despótico de nuestras pasiones, obsesionados por la imagen que ofrecemos a nuestro alrededor...
¿ cómo podríamos atraerles con la belleza de la Fe?.
Por tanto, el problema no está en que aquellos a quienes debemos transmitir la Fe estén en una disposición muy desfavorable....sino en que nosotros, hablando en singular, no estamos respondiendo adecuadamente a la vocación cristiana.
Quizá ni siquiera sabemos lo que significa " SER cristiano", y lo limitamos a una imitación externa del comportamiento ejemplar de Cristo, cuando supone una transformación que afecta a nuestro ser...,y se manifiesta en el obrar.
Quizá no hemos comenzado a enterarnos del cambio de identidad y de misión que conlleva "aceptar pertenecer a Otro", ser "de Cristo", miembros vivos de su Cuerpo...en el que somos vivificados por su mismo Espíritu Santo.
Pregúntate si estás esperando que se cumpla el tiempo de tu trabajo, o de tu estudio, para dar rienda suelta a tus gustos y deseos..., si te sientes " liberado" para hacer lo que te de la gana: un hijo de Dios no tiene "vacaciones" a la hora de servir a su Padre Dios.
Pero volvamos al argumento anterior, ¿cómo permanecer siempre alegres, de modo que quienes nos traten se sientan atraídos por nosotros, y se pregunten por el motivo profundo de nuestra paz interior?
No es suficiente con tener una formación espiritual aceptable, de la que por desgracia, hoy, muchos carecen; ni con tratar de hacer compatible una vida propia de gente del mundo..con una vida de cristianos...; quien así actua se engaña, pensando que con no "robar ni matar", y con cumplir el requisito de "llevar todos los Domingos el cuerpo a Misa"... tiene asegurada la salvación.
No es así. La llamada a compartir la Vida gloriosa de Jesús Resucitado pasa por seguirle en el duro trance de su Pasión y de su muerte, por unir al suyo...nuestro destino.
Ordinariamente no nos será exigido el martirio- aunque no son pocos los que lo aceptan en nuestros días- , pero sí resulta obligado un verdadero "holocausto espiritual" (y sabemos que lo que distinguía al holocausto de otros sacrificios de la Antígua Alianza, es que la víctima ofrecida debía ser totalmente..consumida por el fuego).
Una entrega así equivale a aceptar morir para el mundo, renunciando a cualquier aspiración que se oponga al proyecto que ha diseñado Dios para nuestra vida, de modo que podamos hacer propia la letra de una bella canción: "vivo solo para amarte".
La obediencia es el tipo de muerte que se nos pide para ser "de Cristo", cristianos.
Obediencia a su Espíritu- al que también debe ser "nuestro"Espíritu-, obediencia del entendimiento, para creer, aceptando lo que nos revela ...por encima de nuestro juicio personal; y obediencia de la voluntad, para asumir como propios los planes de Dios...anteponiéndolos a planes personales.
Y sin embargo, en ese desvivirse por los suyos vive los años más felices de su vida....
Esa obediencia, diligente y abnegada, no a ratos.. sino continuada, es la condición para permanecer en Cristo como miembros activos, llenos de vitalidad.
Perteneciéndole, no tenemos otra misión que la de Aquel de quien somos, por quien somos y para quien somos. Todas nuestras ocupaciones, nuestras ilusiones, nuestros problemas , lo que pensamos y lo que hacemos....,en la atención de la familia, en el trabajo o el estudio, en la presencia en la vida social, deben quedar " integrados" en el proyecto redentor de Jesucristo, Verbo encarnado.
Ninguna ocupación debe quedar excluida de la misión que nos corresponde en ese Cuerpo singular, hasta el mismo descanso.
Cuando aceptamos el "peso de la obediencia", entonces y sólo entoces, experimentamos la alegría propia de los hijos de Dios, la de aquellos que se dejan mover..por el Paráclito divino.
Proyecto divino..morir al yo.. saludos
ResponderEliminar