¿Quién no hubiese dado cualquier cosa por volver alguna vez en el tiempo...y cambiar una decisión que nos acarreó consecuencias desagradables?, pienso, por ejemplo, en el que -por una imprudencia en la carretera- sufrió un grave accidente quedando paraplégico...
Por desgracia, el tiempo fluye en una única dirección, y no nos es posible "actuar sobre el pasado"....., bueno, esto es cierto solo a medias; lo es para quien se mueve, exclusivamente, en las coordenadas del tiempo y del espacio, para quien aspira a una felicidad temporal, basada en el bienestar, el prestigio y en la seguridad material...pero es incapaz de alcanzar con su mirada más allá de la muerte.
Sin embargo, para el que vive Vida eterna no ocurre lo mismo. Vivir la Vida de Dios nos permite actuar sobre el pasado y sobre el futuro, rompiendo el condicionamiento de las circunstancias temporoespaciales.
Con nuestra oración y con nuestro sacrificio, podemos "merecer" por seres queridos que nos dejaron hace años..., nada está perdido mientras tenemos tiempo para reparar..., oportunidades de volver a empezar.
Como habrás supuesto me estoy refiriendo a la posibilidad de "convertirnos".
En el pasado mes de Marzo, en una reunión con sacerdotes, Benedicto XVI comentaba -en un ejercicio de Lectio divina- un texto de los Hechos de los Apóstoles en el que san Pablo se dirige a los presbíteros (Act 20, 17-38). Hacía referencia a las diversas acepciones del concepto cristiano de "conversión", matizando el sentido del término usado en las diversas lenguas en que nos es presentada la Sagrada Biblia.
No me resisto a reproducir algunas de sus palabras.
En hebreo "sub" quiere decir "invertir la ruta"- lo que podríamos entender por desandar el camino-, tomar una nueva dirección en la vida.
En griego "metanoia" significa un "cambio en la manera de pensar" , mientras que, en latín, "poenitentia" es una "acción para dejarse transformar".
Para el hombre de hoy "realidad" es todo lo que se puede "tocar", lo que se encuentra al alcance de nuestros sentidos ; las cosas "espirituales" quedan "detrás de lo aparente", se duda de su existencia.
UN CAMBIO EN LA MANERA DE PENSAR EQUIVALE A INVERTIR ESTA IMPRESIÓN: QUE LA REALIDAD INVISIBLE SE IMPONGA A LA REALIDAD MATERIAL, dicho de otro modo, priorizar la visión que obtenemos mirando por los ojos del alma..., gracias a la Fe, sobre la que nos ofrecen los ojos del cuerpo.
Hace un tiempo, mientras visitaba a Jesús en el Sagrario, "me vino" esta reflexión...., como si el Señor se dirigiera a mí: " ¡ fíjate, lo que los hombres consideran tan "real", lo material,...se desvanecería en la nada si Mi Padre dejara de "sostenerlo en el ser"..., mientras que YO, que SOY EL QUE SOY, ACTO PURO, resulto invisible"!.
Cabría concluir que lo más valioso de la Realidad...se escapa a nuestra percepción sensible.
Sin este esfuerzo no es posible contemplar el maravilloso paisaje de la Realidad invisible; a estas alturas de nuestra vida, y en este tiempo de la Cuaresma, estamos en un momento adecuado para lograrlo.
Dos son las principales razones por las que podemos determinarnos a cambiar de vida; la primera es percatarnos del riesgo de seguir caminando al borde de un precipicio mortal...., y la segunda es descubrir el Tesoro que colma todas nuestras aspiraciones, y caer en la cuenta de que el camino que recorremos...nos aleja de él.
Los cristianos estamos llamados a ser luz, y cuando lo somos, nuestro modo de pensar y de actuar -propio de nuestra condición de hijos de Dios- choca frontálmente con el de un mundo dominado por el egoismo.
Seremos luz si quienes nos tratan pueden decir al vernos : “éste es cristiano porque no odia, porque sabe comprender, porque no es fanático, porque está por encima de sus instintos, porque es sacrificado, porque manifiesta sentimientos de paz, porque ama”.
Si cultivamos una amistad íntima con Dios, presente en la Eucaristía, experimentaremos un gozo interior, una alegría serena, llena de optimismo, que necesariamente llevará a muchos a cuestionarse el por qué de nuestra felicidad...,y a replantearse su misma vida.
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