Llegan a alejarse miles de Km de la desembocadura de su río mientras se debaten con las olas... y sólo años después se disponen a emprender un complicadísimo viaje de vuelta, nadando contracorriente, hasta el nacimiento del rio del que proceden.
En los tramos finales de su recorrido les espera su enemigo natural, el oso, que aprovecha su inadvertencia y su cansancio para atraparlos, y comerlos como un exquisito manjar.
Esta historia me ha dado siempre mucho que pensar.
Me ha llevado a establecer una comparación con la vida de los cristianos.
Supongamos un río ancho y caudaloso al que vamos a llamar "el rio de la vida"; sus orillas son tranquilas y su corriente central impetuosa.
Nuestra vida se desarrolla avanzando desde la orilla hacia el centro del río.
La infancia transcurre en la orilla tanquila del río, atendidos por cuidadores-nuestros padres- que tienen la misión de convencernos de la necesidad de remontar el río...,y de enseñarnos a nadar con soltura..., pues no hay otro modo de superar la fuerza de la corriente.
Al pasar de los años......llegamos a la zona más rápida del rio..., eso ocurre en la adolescencia.
Pero ha surgido un problema... alguien ha soltado multitud de flotadores, de colores vivos y formas atrayentes, que nos ofrecen la posibilidad de mantenernos a flote...sin necesidad de hacer ningún esfuerzo. Los mismos cuidadores olvidan su deber de enseñarnos a nadar...y dedican su tiempo a descansar al sol.
Olvidan que su destino está allá donde nace el río, y al adentrarse hacia el centro de la corriente...aumentan su velocidad, en un descenso que resulta emocionante...pero que acaba -han preferido olvidarlo- en una cascada mortal.
Desoyen los avisos de peligro...porque bajan entre risas, convencidos de ser...muy afortunados.
Claro está, no es posible a un tiempo nadar...y mantenerse aferrado a los flotadores..., se hace necesaria una elección.
¿ De qué flotadores hablamos?, hay flotadores verdes, que conceden satisfacciones de todo tipo..., que aportan bienestar; flotadores amarillos, que mueven a aplaudir a los espectadores...,nos hacen disfrutar el éxito; y flotadores azules que nos dan una sensación de gran seguridad en el futuro..., engañosa, por supuesto.
Cabe destacar que quienes mantienen el esfuerzo de nadar rio arriba...mejoran su físico, y consiguen una singular felicidad, la que se obtiene en virtud de las endorfinas con que es premiado el sacrificio; un gozo que supera con mucho el que se consigue disfrutando sobre los flotadores.
Estos últimos, acomodados en sus colchonetas...no pueden evitar debilitarse, perder masa muscular..hasta llegar a la caquexia.
Este es el dilema vital que se ofrece a cada ser humano: disfrutar la vida, eludiendo el sufrimiento..., o afrontar el peso de los propios deberes, en un servicio continuado a los demás..., en el que, con olvido de sí, logran un alto grado de realización personal.
Varias décadas atrás, eran escasos los flotadores...,y la corriente del río era mansa, de modo que resultaba relativamente fácil aprender a nadar; hoy, por desgracia, abundan los flotadores...y la corriente es intensa: sólo puede ser remontada por nadadores experimentados.
¿Tienes claro que tu destino está en el origen del río?
¿Has experimentado ya el efecto placentero de las endorfinas?
No actues con insensatez, como quienes prefieren ignorar lo que les espera al final del descenso...con tal de disfrutar de unos minutos de emociones fuertes.
que bonito es el vídeo y el texto,al igual que la reflexion que has sacado de el,
ResponderEliminargracias por los regalos a que nos tienes acostumbrados